Clínicas pirata: ¿Quién tiene la culpa?

Información publicitaria por todas partes. Clínicas dentales que cierran dejando a centenares de pacientes desatendidos. O directamente clínicas pirata. Y una realidad un poco menos visible: la de pacientes que acuden a nuestra consulta a solucionar problemas mal tratados, cuando no originados, por otros supuestos especialistas.

El paciente, el gran desprotegido

Muchas veces me pregunto quién protege al paciente y quién regula los servicios de salud privados. No lo sé, pero lo que sí está claro es que no han hecho nada en los últimos años ni para proteger al usuario, ni para regular los centros.

Se considera que hay más de un millar de clínicas clandestinas en España, sin permisos y fuera de la legalidad. Este dato es muy significativo de los riesgos a los que se expone un paciente a la hora de seleccionar a su dentista.

En un punto menos extremo están los servicios de baja calidad. ¿Nunca te has preguntado por qué un seguro médico te da una cobertura dental por tan solo 3 € al mes? Muy fácil, porque no paga nada a la clínica. Los beneficios para los pacientes son prestaciones gratuitas, como limpiezas, revisiones o radiografías, y precios reducidos. Quizás alguien pueda pensar que «claro, luego la clínica cobra del seguro». Hace años era así, ahora no. La clínica no recibirá nada, y además se deberá acoger a los precios que imponga el seguro. Resultado: un verdadero fraude en la asistencia de salud de estos pacientes.

Suele suceder cuando el principal factor que se valora a la hora de tomar la decisión es el precio, pero el paciente no puede saber hasta qué punto lo que está realmente en juego es su salud.

Los servicios baratos salen caros

Pero las franquicias, los centros de los seguros privados, las cadenas de clínicas dentales… ¿Qué son en realidad? ¿Cuál es su misión en esta sociedad? Muchas personas que han pasado por ellas podrían decirlo. Son centros no cualificados o sin capacidad para trabajar al servicio del paciente, de la persona, de sus necesidades, prioridades, expectativas y posibilidades económicas. El resultado suele ser deficiente porque se busca una rentabilidad económica alta, y si puede ser y se aprieta, muy alta.

Ok, stop. ¿Es siempre así? No, seguramente no. A veces hay algún profesional que puede trabajar bien, con materiales de calidad, una persona auxiliando a su lado, e incluso con tiempo para poder ejecutar el trabajo correctamente. Pero solo a veces.

Por muy paradójico que parezca, la salud no es la parte rentable de la medicina. Tratar una infección de las encías o una caries dental no reporta grandes ingresos. Es más, siempre es el tratamiento gancho (como los yogures de oferta del supermercado): limpieza de encías gratis, empaste 25 €; total de tiempo empleado para ambos tratamientos, quince minutos.

Los dentistas nos debemos a nuestros pacientes, somos cuidadores de la salud, consejeros, sanadores y rehabilitadores. Y desde luego, nuestras clínicas, levantadas desde el esfuerzo y el trabajo sin edulcorar, no son una ONG. Son empresas que tienen que dar rentabilidad, si no está claro que no seguirían adelante. No nos engañemos como usuarios, no queramos pensar que un servicio de calidad tiene su precio justo en una cuarta parte de lo habitual.

El fraude de grandes cadenas dentales

En los últimos meses hemos asistido a un insólito número de noticias relacionadas con las clínicas dentales: cierres masivos de cadenas y delitos fiscales de una de las franquicias más conocidas a nivel nacional.

Pero mientras los medios se centran más en los aspectos delictivos, blanqueo de dinero, fraude fiscal y un etcétera bastante largo (por desgracia, estamos ya desensibilizados a estos términos…), los profesionales de la salud, aquellos que elegimos esta profesión por vocación, no dejamos de pensar en la de veces que hemos atendido y tratado a un paciente que tuvo la mala pata de caer en uno de estos centros “pirata” de la odontología. De esto no hablan los medios.

Para quien no entienda el término, en estas clínicas se dedican al abordaje de los pacientes para robarles. Grave acusación esta sin duda, pero cuando alguien paga por algo, servicio o producto o ambos, y no recibe lo pactado previamente, eso es estafa, robo, hurto, o como se le quiera llamar. Y cuando un comercial agasaja y avasalla a la vez para hacer caer al paciente en la trampa, es un estilo de abordaje. Y eso, por desgracia, es lo que ocurre en muchas de estas clínicas.

Si al paciente se le hace una limpieza y el sarro se queda dentro de la encía eso es fraude. Si se hace un empaste y la caries queda dentro del diente eso es estafa. Si los dientes de la prótesis no permiten comer al paciente eso es un engaño. Si le digo que le hago algo y no se lo hago eso es tongo. Y si le hago algo que no necesita, a eso se le puede llamar timo. En definitiva, los pacientes están expuestos. ¿A qué? A las reglas del mercado.

¿Cómo suena mezclar en la misma frase mercado y salud? ¿Acaso se está comerciando con nuestra salud? ¿Es posible que haya intereses económicos en nuestra salud bucal? Pues sí y sí.

No es de extrañar que la población tenga una sensación de desprotección, desconfianza e incluso hasta de desapego por esta profesión. Por eso es tan importante la recomendación, el boca a boca, la experiencia previa positiva, los buenos resultados, la regularidad en las buenas “sensaciones” cada vez que se realiza una visita… En definitiva, percibir una y otra vez que estamos en buenas manos, que velan por nuestros intereses y que esta relación se nutre a base de grandes dosis de confianza.

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