Hablar de la historia del vino es hablar de la historia de las civilizaciones. Su cultivo y consumo se relacionan con actividades como la agricultura, las celebraciones culturales, las relaciones sociales, la gastronomía y, por supuesto, la salud.
Los egipcios ya utilizaban el vino con finalidades medicinales hace más de 5.000 años, y en la antigua Grecia y Roma se usaba, entre otras cosas, como bactericida. No tenemos que ir tan lejos para recordar los anuncios de nuestra infancia con vinos medicinales a base de quina que servían para «abrir el apetito» (como la tan conocida Quina San Clemente). Aunque muchos de estos usos no tienen una base científica y ya no se recomiendan hoy en día, estudios recientes sí que han demostrado ciertos beneficios del consumo regular y moderado de vino, preferiblemente tinto.
¿Cómo beneficia el vino a la salud dental?
Por ejemplo, un estudio publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry demostró que el vino tinto ayuda a combatir las bacterias que se adhieren a los dientes y provocan la formación de biopelículas y de la placa dental, que a su vez son responsables de enfermedades dentales. Los polifenoles que contiene el vino actúan como antioxidantes naturales que frenan el crecimiento de la flora bacteriana de los dientes y encías.
Un estudio de la Universidad de Pavia (Italia) indica, en la misma línea, que el vino mejora la salud dental. Concretamente, actúa contra las bacterias que producen la caries y otras enfermedades dentales de origen bacteriológico.
Además, al reducir las infecciones bacterianas de las encías ayuda a combatir la inflamación producida por la gingivitis.
Pero, ¡cuidado con las manchas!
Como cualquier alimento, también tiene sus contraindicaciones. El vino tinto contiene cromógeno, cuyos pigmentos se adhieren a los dientes y provocan las desagradables manchas.
Por otra parte, la acidez del vino desgasta el esmalte dental y propicia que otras sustancias puedan mancharlo. En este caso, un estudio revela que el vino blanco es más agresivo que el tinto con nuestro esmalte, ya que la gran mayoría de vinos blancos tienen más acidez que los tintos.
El profesor Walmsley, miembro de la British Dental Association y responsable de este estudio, recomienda que si tomamos una copa de vino lo hagamos a la vez que comemos, y que esperemos treinta minutos antes de limpiarnos los dientes. El esmalte necesita un tiempo para recuperarse después del contacto con el vino, y el cepillado puede empeorar sus efectos.
Otra recomendación que hace es acompañar el vino con queso. El vino ataca el calcio de los dientes, y dado que el queso es rico en calcio ayuda a neutralizar sus efectos.
Así, los tratamientos de higiene bucodental nos ayudan a mantener la boca sana y el blanqueamiento a controlar y contrarrestar los posibles efectos de coloración del vino.
En resumen, no te prives de una copa de vino tinto de vez en cuando, y no olvides de acudir cada seis meses a tu dentista para una revisión y una limpieza. ¡Recuerda que es más fácil mantener limpio que limpiar lo que se ha ensuciado!